Pocas veces el acrónimo “defensa” referido a las partidas presupuestarias destinadas a financiar la compra de armas adquiere tintes más cínicos que cuando es empleado en el marco africano.
Hace unos meses ya advertíamos de que 2012 fué probablemente el primer año en que las exportaciones españolas de armas superaron con creces el volumen de la Ayuda Oficial para el Desarrollo (AOD). Pero la industria de armamentos parece no contentarse con tan pírrico éxito. Al fin y al cabo superar a la AOD en los tiempos que corren, con recortes de más del 80% sobre la mesa, no tiene mucho mérito más allá del simbolico. Después de diez años de éxitos en que la exportación de armas españolas creció la friolera de un 785%, las expectativas de crecimiento del mercado africano prometen mucho más.
Sin ir más lejos, los analistas prevén que las importaciones de armas del conjunto de países africanos crecerán más de un 50% en los próximos 10 años, lo que supone un crecimiento de unos 20.000 millones de $ sobre los alrededor de 40.000 millones de $ que movió el comercio de armas en África en 2012. ¿Las razones? Las de siempre: Los ejércitos estarían preparándose para garantizar “la estabilidad” en un marco de “riesgos crecientes a la seguridad colectiva” provenientes de “islamistas radicales”, “grupos terroristas”, etc, etc.
Pero el análisis de los países clientes permite sospechar que de lo que se trata es de securizar el sistema de extracción de recursos injusto que padece África. Entre ellos encontramos fundamentalmente países que suman el doble mérito de tener reservas de recursos naturales de las más importantes del mundo y sociedades extremadamente polarizadas entre una enorme mayoría de personas viviendo en la pobreza más absoluta frente a una pequeña élite, muchas veces de carácter militar, que acapara todos los recursos. Este sería el caso de Angola, Nigeria y Algeria, que se encuentran todos a la cabeza de este boom de la compra de armamento. Algunos incluso tienen el extraño mérito de estar en el club de los pocos países en que el gasto militar supone o ha supuesto recientemente la principal partida del gasto público, como Angola, o que en todo caso ésta ha estado ampliamente por delante del gasto en salud, educación u otros servicios básicos, como Nigeria.
Lo más curioso de todo es que para competir por este inagotable mercado la industria armamentística española tendrá que enfrentarse a una de las industrias que parece mejor posicionada para llevarse el gato al agua: La industria de armamento sud-africana, uno de los actores clave en el mantenimiento del apartheid. Es un giro doloroso el constatar hasta que punto los países que apoyaron la lucha por el fin del apartheid en Sud-África no oponen ahora ningún reparo en unir fuerzas con el antiguo enemigo en pos de mantener los privilegios de sus clases dirigentes y de continuar el régimen de explotación neocolonial orientado a exprimir hasta la saciedad los recursos naturales de sus respectivos países.
Preguntarse con qué pasaría si estos recursos se destinaran a educación, sanidad y a facilitar el acceso a servicios básicos no deja de ser política ficción. Pero no está de más recordar que según la FAO dos tercios de esa cantidad (44.000 millones de $) bastarían para erradicar el hambre no sólo de África, sinó del mundo. Pero la verdad es que mientras en países como España, entre otros, se priorice la exportación de armas a la AOD las cosas seguirán indefectiblemente igual. A la vista de los hechos, este es el mundo que queremos -quieren- construir y por lo tanto este es el mundo que finalmente acaba materializandose. Pero ¿Y si..?