¿Cambiar o morir? La legitimidad de las ONGD en la picota

Una Picota:
Las picotas son columnas
de piedra más o menos
ornamentadas, sobre las
que se exponían los reos y
las cabezas o cuerpos de
los ajusticiados por la
autoridad civil.
La pena de exhibición en la
picota aparece ya legislada
en el siglo XIII, en el
libro de Las Partidas, de
Alfonso X, considerándose
la última de las penas leves
a los delincuentes para
su deshonra y castigo.
Fuente: Wikipedia

Que muchas ONG de Desarrollo necesitan un cambio es una obviedad, ni que sea solamente para paliar la sangría de recursos que se evaporan cada día debido a los recortes en subvenciones de ayuntamientos, comunidades autónomas y gobierno central. Pero el debate sobre qué es lo que hay que cambiar está lejos de circunscribirse al interior de cada ONGD, es decir, entre sus asociados, trabajadores y simpatizantes.  Cada vez son más frecuentes las tomas de posición de políticos, articulistas y de ciudadanos en general (a través de cartas al director, tomas de palabra en asambleas en plena calle, debates en televisión, etc..) por una reinvención y/o un reajuste de la cooperación y, muy especialmente, de las ONG de Desarrollo (ONGD). Es notorio como en distintos sectores de la sociedad española -algunos muy conservadores, pero otros marcadamente de izquierdas y en algunos casos intencionalmente transgresores o revolucionarios, como sería el caso de ciertos posicionamientos que se autodefinen como pertenecientes al 15M*- está calando el sentimiento de que la cooperación en España estaba sobredimensionada. No deja de asombrar la facilidad con que un discurso articulado para recortar en cooperación (argumentos del tipo “primero los de casa”, “hay que priorizar los servicios sociales aquí antes que construir hospitales allí”, “bastantes problemas tenemos acá para ir a solucionar los de los demás”, etc..) está siendo interiorizado por la sociedad española a veces sin pestañear. Pero sorprende aún más la vigencia que están cobrando ciertos argumentarios que, más allá del aspecto puramente económico de la cooperación, cuestionan incluso el sentido mismo de las ONGD en la sociedad actual.

Obviamente es difícil (al menos para mí) compartir la idea de que en España la cooperación haya estado nunca sobredimensionada, puesto que nunca se ha cumplido con el compromiso del 0,7 –España ni siquiera ha entrado nunca en la lista de los “top ten” de la cooperación en porcentaje del PIB destinado Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD)-. Tampoco es racionalmente defendible que cooperación y servicios sociales sean dos partidas opuestas o que deban disputarse recursos, ni antes ni ahora, ya que incluso en tiempos de bonanza el gasto social en España estuvo muy por debajo de la media europea**. En este aspecto sería exigible que tanto a una partida como a la otra se les asignara el porcentaje del PIB que les corresponde. Ni más ni, como viene sucediendo de manera cada vez más pronunciada en ambas, menos.

Mucho más preocupante debería parecernos el cuestionamiento al que se está sometiendo a las ONGD. No voy a entrar en el efecto deslegitimador que puedan tener los casos de presuntas estafas, desfalcos, timos y otras gentilezas orquestadas por o a través de ONGD por personajillos de toda índole -Manzanas podridas las hay en cualquier manzano-. Me refiero a algo más profundo y, por ende, infinitamente más grave, como sería la percepción de que las ONGD están “pasadas de moda”. La idea de que las ONGD responden a planteamientos que habrían sido “superados”, debiendo ser así substituidos por otros más “actuales” y “eficaces”.

Este tipo de reflexión es actualmente bastante habitual en la derecha de corte más neoliberal, quien vé en estos planteamientos “más eficaces” a espacios de trabajo articulados alrededor del concepto de responsabilidad social corporativa (que pague el sector privado lo que él quiera, no el sector prúblico a través del 0,7) y en la cooperación un espacio ideal para la internacionalización de las empresas y para explotar lo que se podría denominar “marketing social” de los proyectos***. Pero también encontramos una reflexión análoga en ciertos sectores de la izquierda y de movimientos sociales, desde dónde las ONGD serian concebidas como estructuras burocráticas despolitizadas centradas en una perspectiva desarrollista de las relaciones internacionales (vamos a desarrollar al prójimo) totalmente desfasada. Según esta mirada las ONGD serian, en el mejor de los casos, un derroche innecesario de energía cargado de buenas intenciones implicando una acción pseudo-transformadora en el exterior de irrelevante contenido político e incidencia a nivel local e, incluso, global. En el peor de los casos estaríamos ante una distracción deliberada fomentada -y financiada- por el poder.

Ambas críticas desconocen en buena medida la función que realizan las ONGD en el seno de la sociedad y que, analizada de cerca, difícilmente puede ser sustituida o identificada por el tipo de organización que emana o que viene definida por una u otra perspectiva. Así, soy de la opinión de que de las ONGD cabe esperar, muy concretamente, tres funciones específicas que las contrapone tanto a la función de las instituciones (con quien se las asocia a menudo en tanto que “subcontratas” de las Agencias Gubernamentales de Cooperación) como del sector privado, y que al mismo tiempo las coloca en un espacio de la sociedad civil que para nada ha perdido su vigencia. De manera muy resumida, estas funciones serian las que siguen:

Monitoreo: El objetivo de las políticas de desarrollo (y por tanto de los estados en temas de desarrollo) es dar cumplimiento al deber de respetar, proteger y hacer efectivos los derechos humanos de las personas. Buena parte del trabajo de las ONGD consiste en monitorear a los poderes públicos en su labor de hacer efectivos esos derechos así como hacer un seguimiento de eventuales impactos negativos que pueda tener en ellos la actividad del sector privado. Es muy importante remarcar que no existe un ámbito geográfico predeterminado a priori dónde las ONGD desplieguen su actividad. Cualquier país, en tanto que garante de los derechos de sus ciudadanos, aplica políticas de desarrollo destinadas a mejorar el grado en que se respetan, protegen y se hacen efectivos los derechos humanos. Al mismo tiempo existen situaciones de regresión o amenaza a los derechos de las personas por parte de terceros (o incluso del mismo estado) que deben ser identificadas y documentadas. Esto es importante porque rompe con el tópico de que las ONGD trabajan en países “en desarrollo” desde países “desarrollados”.

Denuncia: Las ONG, en tanto que sociedad civil movilizada, tienen la función de denunciar el incumplimiento por parte de los estados del deber de garantizar la plena cobertura de los derechos de sus ciudadanos, así como sacar a la luz pública eventuales amenazas –o agresiones- a esos derechos emanando del sector privado.

Propuesta de alternativas: La participación activa de la sociedad civil es primordial en aquellos casos en que un derecho no está siendo garantizado. Las ONG, en tanto que sociedad civil movilizada pueden, a través del apoyo a procesos de movilización popular, generar modelos innovadores de autogestión por parte de la ciudadanía que permitan hacer efectivos ciertos derechos (salud, educación, vivienda, acceso al agua, etc..). Al mismo tiempo las ONG pueden apoyar al estado a promover y facilitar la expansión de esos modelos mediante las medidas legislativas y el apoyo técnico necesarios, posibilitando así el cumplimiento del deber del estado de garantizar la realización efectiva de cada derecho. Es lo que popularmente se conoce como los proyectos de cooperación para el desarrollo, quienes para muchos son la parte más visible del trabajo de las ONGD.

A pesar del tópico de que las ONGD trabajan exclusivamente en la realización de proyectos de cooperación en el sur, la realidad es que buena parte de ellas trabajan ampliamente los tres apartados enumerados y que la propuesta de alternativas se trabaja en algunos casos indistintamente tanto en terceros países como en España. El desarrollo de proyectos fuera de España es una actividad que puede que durante los últimos años haya supuesto un volumen de recursos muy importante, pero en todo caso no deja de tener una importancia relativa en la labor  de muchas entidades y muy pocas veces dicha importancia es equiparable al volumen de recursos empleados en ellos. La articulación de líneas de monitoreo y denuncia son los elementos clave que constituyen -o deberían constituir- el eje del trabajo de las ONGD. Estas pueden materializarse más tarde en una propuesta de alternativas mediante proyectos de cooperación que no dejan de ser una extensión práctica o una consecuencia lógica de las primeras. El trabajo de organizaciones como la Federación Española de Ingeniería Sin Fronteras en el reconocimiento global del derecho al agua (y la denuncia de las tropelías realizadas por compañías españolas tanto en América Latina como en España), de SETEM en el ámbito de los derechos de las trabajadoras del textil o de Arquitectos Sin Fronteras en el ámbito de la lucha contra la especulación inmobiliaria y por el derecho a la vivienda en España son buenas muestras de ello****, por citar sólo algunos ejemplos y no precisamente los más importantes.

La fijación de algunos por el apartado de los proyectos en el sur, principal elemento utilizado para ejemplificar que las ONGD están desfasadas, puede ser debida en algunos casos (los más) al simple desconocimiento de lo que es una ONGD. Pero lo preocupante es que en otros casos (los menos, espero) esa fijación es intencionada. No escapa a nadie el hecho de que las dos primeras funciones enumeradas (el monitoreo y la denuncia) son políticamente “explosivas” mientras que la propuesta de alternativas, por si sola, es políticamente mucho menos peligrosa y potencialmente neutra (sobretodo si las alternativas son para resolver problemas a más de 2000 km de la arena política local). Durante años las ONGD han tenido acceso a todo tipo de recursos y facilidades para magnificar el apartado menos “molesto” de su trabajo y es un secreto a voces que en muchos casos se ha premiando de forma descarada a las ONGD más condescendientes con el poder o afiliadas al partido de turno mientras se “castigaba” a las más recalcitrantes en el ámbito de la denuncia y el monitoreo. Es curioso como actualmente algunos quieren dar por zanjada la cuestión de las ONGD en una especie de cuadratura del círculo a todas luces absurda y puede que malintencionada: primero se fomenta el vaciado ideológico de las ONG para desactivarlas políticamente mediante una estrategia deliberada de engorde. Una vez estas son políticamente inoperantes, se las ahoga cortándoles los recursos con el pretexto de que no aportan soluciones a las problemáticas locales y de que les falta capacidad transformadora. Por suerte algunas ONGD nunca entraron en ese juego y otras lo hicieron sólo parcialmente. Me parece especialmente esperanzador que muchos de los oradores que ocuparon calles y plazas durante las movilizaciones del 15M bajo la cubierta del anonimato maduraron sus discursos en tanto que militantes activos de ONGD.

A modo de síntesis, creo que es de recibo recuperar eso tan manido de “a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”, es decir, destinen ustedes el 0,7 a AOD, al menos el equivalente a la media europea de la Europa de los 15 a gasto social, y dejen a las ONGD hacer su trabajo. Lo contrario es una cortina de humo. Es cierto que algunas ONGD puede que tengan dificultades para recuperar su legitimidad -otras nunca la perdieron- después de un período de políticas de cuasi-soborno por parte de la administración pero, en todo caso, las ONGD nunca fueron el problema y entre ellas siempre las ha habido que han esbozado y aportado soluciones al desaguisado global que está resultando ser el tema este de la mundialización.

 
2Según datos de EUROSTAT del año 2009, en España, el gasto social en porcentaje del PIB fue del 25%, mientras que en la UE-15 del 30,3% y en la UE-27 el 29,5%, con una tasa de empleados públicos por debajo de la media de la Unión Europea.
3En este dominio es muy interesante la iniciativa del observatorio de la Responsabilidad Social Corporativa,  emprendida  por una red de ONG http://www.observatoriorsc.org/
ver:
 agua:http://agua.isf.es/ , soberanía alimentaria: http://catalunya.isf.es/sobirania/cas/ , hiperconsumo: http://loff.isf.es/
El caso de SETEM es parádigmatico al tratarse de una ONGD que en un momento determinado decidió mediante acuerdo interno dedicarse exlusivamente a líneas de monitoreo y denuncia, Suprimiendo en buena medida sus líneas de proyectos. 
Ver: 
Ver: 
Politicas sociales y vivienda en alquiler:http://asfes.org/files/descargas/iNFO26%20JORNADAS.pdf
Por una carta de los barrios http://asfes.org/files/descargas/INFO-23-marzo-2005.pdf
Como se dice en el artículo, són casos elegidos a modo de ejemplo. Se podrían analizar también muchisimos más (Veterinarios Sin Fronteras, Intermón-Oxfam, Medicus Mundi, Observatori dels drets Econòmics, Socials i Culturals, y un largo etc)

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