La setmana passada les ONG catalanes vam fer el primer pas per a portar l’Agència Catalana de Cooperació per al Desenvolupament (ACCD) als tribunals. La reclamació de pagament que vam presentar una vintena d’ONG ha estat el final previsible de l’incompliment per part de la Generalitat de Catalunya dels terminis de pagament de diversos programes de cooperació.
Però que ningú s’enganyi: Els diners només són la punta de l’iceberg. Es notori el fet de que l’impagament de l’ACCD ha fet que milers de beneficiari@s de la cooperació catalana als paísos en desenvolupament s’hagin quedat, diguem-ho clar, amb el cul a l’aire. En el pitjor dels casos podem parlar fins i tot dels milers de persones que han esdevingut “víctimes” de la cooperació catalana, com a mínim pel que fa a esperances frustrades. Però més enllà d’aquest fet, que per sí sol ja justificaria una demanda, n’hi ha d’altres no menys contundents.
El mapa de la desigualdad. El mundo según el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad mundial. 0(tonos verdes)=igualdad absoluta (todos los individuos poseen lo mismo), 1(tonos morados)=desigualdad absoluta (un sólo individuo lo posee todo).
Faltan sólo dos días para que dé comienzo en Davos el Foro Económico Mundial 2013 (WEF) y a medida que leo el programa cada vez veo más claro que a nuestros políticos les iría bien un curso de reciclaje. Temas como el riesgo que supone el crecimiento de la desigualdad a nivel mundial para la economía, los efectos negativos de la corrupción sobre el crecimiento o la necesidad de transparencia en las instituciones ocupan espacios preferentes en el programa. Es más, el crecimiento desmesurado de la desigualdad a escala mundial es reconocida por segundo año consecutivo como el factor de riesgo global con una probabilidad mayor de materializarse y como uno de los que eventualmente tendrían un impacto negativo mayor en la economía (ver informe Global Risks 2013 – World Economic Forum).
Una Picota: Las picotas son columnas de piedra más o menos ornamentadas, sobre las que se exponían los reos y las cabezas o cuerpos de los ajusticiados por la autoridad civil. La pena de exhibición en la picota aparece ya legislada en el siglo XIII, en el libro de Las Partidas, de Alfonso X, considerándose la última de las penas leves a los delincuentes para su deshonra y castigo. Fuente: Wikipedia
Que muchas ONG de Desarrollo necesitan un cambio es una obviedad, ni que sea solamente para paliar la sangría de recursos que se evaporan cada día debido a los recortes en subvenciones de ayuntamientos, comunidades autónomas y gobierno central. Pero el debate sobre qué es lo que hay que cambiar está lejos de circunscribirse al interior de cada ONGD, es decir, entre sus asociados, trabajadores y simpatizantes. Cada vez son más frecuentes las tomas de posición de políticos, articulistas y de ciudadanos en general (a través de cartas al director, tomas de palabra en asambleas en plena calle, debates en televisión, etc..) por una reinvención y/o un reajuste de la cooperación y, muy especialmente, de las ONG de Desarrollo (ONGD). Es notorio como en distintos sectores de la sociedad española -algunos muy conservadores, pero otros marcadamente de izquierdas y en algunos casos intencionalmente transgresores o revolucionarios, como sería el caso de ciertos posicionamientos que se autodefinen como pertenecientes al 15M*- está calando el sentimiento de que la cooperación en España estaba sobredimensionada. No deja de asombrar la facilidad con que un discurso articulado para recortar en cooperación (argumentos del tipo “primero los de casa”, “hay que priorizar los servicios sociales aquí antes que construir hospitales allí”, “bastantes problemas tenemos acá para ir a solucionar los de los demás”, etc..) está siendo interiorizado por la sociedad española a veces sin pestañear. Pero sorprende aún más la vigencia que están cobrando ciertos argumentarios que, más allá del aspecto puramente económico de la cooperación, cuestionan incluso el sentido mismo de las ONGD en la sociedad actual.
La asunción de cierto riesgo siempre ha formado parte de la mística de la cooperación. La figura del (o la) cooperante desplegada en algún confín del mundo usualmente se ha asociado a mil amenazas a su integridad física o mental vinculadas a toda suerte de peligros, desde serpientes a milicias armadas o desastres naturales. Ante estos las ONG y Agencias de cooperación han erigido un muro compuesto por códigos de conducta, protocolos y demás parafernalia que, una vez montada alrededor de cada cooperante, opera (de manera ilusoria o real, según el caso) como primera línea de defensa de su portador, reduciendo los riesgos al mínimo.
Varias ONG (25 concretamente) han decidido que había que acabar de una vez por todas con la indefinición y la incomodidad del mundo de las ONG hacia los movimientos ciudadanos surgidos alrededor del 15M y han tomado la iniciativa. Y vaya si lo han conseguido.
Esas entidades, a través de la campaña Somos Así, argumentan sobre las razones que motivan a la gente a dar su apoyo a causas sociales y nos explican que los humanos ayudamos porque ayudar genera una gran felicidad, personal y colectiva.
No voy a entrar en la profundidad de los argumentos pretendidamente científicos puestos sobre la mesa por la campaña, que suenan un tanto flojos en el mejor de los casos o, por generalidades, a sopa de ajo. Sí voy a entrar, en cambio, en que en un momento en que la ciudadanía ha ocupado plazas y calles para debatir públicamente en foros ciudadanos temas como son la deuda, los derechos humanos o las políticas del FMI – temas hasta hace poco monopolizados por el sector de las ONG –unas pocas entidades inician una campaña que no sólo apela a un instinto básico para conseguir recursos (dona y sé feliz..) sino que vacía de contenido la lucha por la justicia y por una transformación social en profundidad.