Andaba yo el otro día ojeando un folleto de supermercado y, entre hoja y hoja, encontré una historieta sobre las andanzas del jovenzuelo Teodorín, ese retoño del presidente de Guinea Ecuatorial quien, a base de hacer lo que él llama negocios (Transparency International y algún juez francés prefieren los apelativos “expolio” y “extorsión”) se habría agenciado la friolera de, tirando bajo, varios centenares de millones de euros. Teniendo en cuenta que se trata del ministro de agricultura y bosques de su país, dónde más del 70% de la población vive en la pobreza más extrema, parecen unas ganancias un tanto desmesuradas. Pero bueno, al final uno tiene una cierta sensación de déja vu al ver otra vez la historieta un tanto manida del líder-rufián híper-corrupto del tercer mundo, personaje esperpéntico e impresentable que se nos vende como uno de los principales obstáculos del desarrollo y la democracia de su país.
¿Cuál debe de ser el impacto real de esta especie de ladronzuelos venidos a más? ¿Son realmente sus corruptelas y las de su camarilla las que frustran el desarrollo de tantos países? A la búsqueda de alguna respuesta me di de bruces con un informe comanditado por el Banco Mundial (Parece que saben mucho de corruptelas y ladrones, esta gente, vaya usted a saber porqué..) titulado Draining Development? (“¿Drenando el Desarrollo?”) y que contenía algunas revelaciones un tanto sorprendentes.
Para empezar, aclaraba someramente el alcance real de estos individuos. Así, ofrecía alguna estimación según la que los 10 líderes de países empobrecidos más notorios en cuanto a corrupción habrían echado mano y sacado de sus fronteras ilícitamente durante sus mandatos alrededor de unos 60 mil millones de €. A primera vista parece muchísimo dinero, pero ojo al parche: Anualmente los flujos de dinero sacados ilícitamente del conjunto de países empobrecidos rondarían los 540mil millones de $. De estos unos 169mil millones corresponderían a prácticas criminales (narcotráfico, comercio ilegal de armas, etc..) unos 20mil millones serían el producto de corruptelas de todo tipo y, lo más impresionante, unos 350mil millones de $ anuales serían el resultado de prácticas mercantiles fraudulentas, cambios de precios internos entre sucursales de multinacionales para ocultar beneficios y evasión de tasas. Y, todo hay que decirlo, ¡estaríamos hablando de estimaciones de mínimos! (Pues al parecer otras estimaciones llegan a doblar esas cifras).
Estos datos hacen palidecer las cifras globales de la ayuda al desarrollo. Teniendo en cuenta que el 2010 el total de la ayuda de los países de la OCDE ( que prácticamente equivale al total de la ayuda) ascendió a unos 128mil millones de $ o que los primeros 40 años de ayuda al África sud sahariana desde las independencias supusieron unos 300mil millones de $ nos encontramos con que, lisa y llanamente, alguien saca ilícitamente 4 veces lo que entra en forma de ayudas. Y resulta que no es precisamente la corrupción de los políticos, que apenas se lleva el equivalente al 16% de la ayuda.
El informe continua dando datos, como que el total de flujos ilícitos que salen de los países empobrecidos suman aproximadamente la mitad de los flujos ilícitos a nivel mundial (cuando su peso económico es de alrededor del 20%). Y aquí vale más ir parando si uno no quiere arriesgarse a un corte de digestión.
En fin, que muy a mi pesar me veo obligado a acabar este post exculpando (parcialmente) al pobre Teodorín. Pues no, ese chico no es el principal problema de su país, otros sí.