
El mundo según el
coeficiente de Gini,
que mide la desigualdad
mundial.
0(tonos verdes)=igualdad absoluta
(todos los individuos
poseen lo mismo),
1(tonos morados)=desigualdad absoluta
(un sólo individuo
lo posee todo).
Faltan sólo dos días para que dé comienzo en Davos el Foro Económico Mundial 2013 (WEF) y a medida que leo el programa cada vez veo más claro que a nuestros políticos les iría bien un curso de reciclaje. Temas como el riesgo que supone el crecimiento de la desigualdad a nivel mundial para la economía, los efectos negativos de la corrupción sobre el crecimiento o la necesidad de transparencia en las instituciones ocupan espacios preferentes en el programa. Es más, el crecimiento desmesurado de la desigualdad a escala mundial es reconocida por segundo año consecutivo como el factor de riesgo global con una probabilidad mayor de materializarse y como uno de los que eventualmente tendrían un impacto negativo mayor en la economía (ver informe Global Risks 2013 – World Economic Forum).
No es por nada pero, para sorpresa de propios y extraños, todo el mundo, literalmente, desde las ONG hasta los medios del establishment financiero global, van en la misma dirección: la gran amenaza es actualmente el crecimiento de la desigualdad. Sin querer tirar flores ni a unos ni a otros (tengo mis dudas sobre los motivos de algunos para erigirse en paladines de la igualdad), no está de más apreciar en su justa medida esta coincidencia. Las razones revisten cierta lógica: A cualquier estudiante de bachillerato se le explica que uno de los éxitos de Henry Ford, el fabricante de coches, fue subir el salario de sus trabajadores, lo que posibilitó a estos acceder a la compra de un coche y al primero a hacerse con una clientela fija nada desdeñable. Es decir, por un lado a menores salarios, menor consumo, y por el otro a mayor concentración de la riqueza en pocas manos, menor consumo. El informe de OXFAM “El coste de la desigualdad” hace un repaso interesante de como la desigualdad extrema perjudica a la economía. Teniendo en cuenta esto, no es extraño que desde el WEF se haga un llamamiento insistiendo en que contener la desigualdad debería de ser una de las prioridades de cualquier gobierno responsable.
Pero mucho parece que España, en tanto que alumno, les ha salido rana. Así, España no sólo es el noveno país de la Europa de los 27 con mayor porcentaje de su población en riego de pobreza (27%, por detrás de Polonia, Grecia, Irlanda, Hungría, Lituania, , Letonia, Rumanía y Bulgaria)* sinó que también es el país que entre 2007 y 2011 registró el mayor incremento de la desigualdad interna de toda la Europa de los 27. Eso la llevó a situarse a la cabeza de Europa en cuanto a desigualdad interna: En 2007 el 20% de población más rica ingresaba 5,3 veces el total de lo que ingresaba el 20% de la población más pobre. En 2011 la proporción había subido a 7,5 veces.** No es necesario precisar que si en España todo el mundo hubiera contribuido al mismo nivel a superar la crisis, esta proporción no habría sufrido cambio alguno. Las medidas que se han ido tomando no han contribuido precisamente a que eso fuera así. La combinación de subidas de impuestos como el IVA, los recortes en servicios sociales o la reforma laboral, sumadas a la baja presión fiscal, especialmente a las rentas del capital, a la supresión/bonificación de impuestos, a la contención en el recorte de algunas partidas que benefician a la gran industria (defensa..) y a la liberalización de algunos sectores en detrimento de las pequeñas empresas y de los profesionales liberales son una autentica bomba para el crecimiento de la desigualdad.
Por mi parte, me gustaría un gobierno que pensara por sí mismo y que no se limitara a aplicar recetas de manual que han sido desautorizadas por los autores del manual en cuestión. Cuando hace algunos días el economista jefe del Fondo Monetario Internacional publicaba un informe*** en el que reconocía el “error” de las políticas de austeridad promovidas por el FMI en la crisis europea, nadie en el gobierno español fue capaz de generar una respuesta argumentada o un “nos hemos equivocado”. En cambio cuando durante el inicio de la crisis fue cuestión de justificar las políticas de austeridad se aludió constantemente a los dictados del Fondo Monetario Internacional como si se tratara de obligaciones y no de recomendaciones. Las ONG que trabajan en el sur geopolítico saben desde hace tiempo que si hay alguna diferencia clave entre los países empobrecidos y los países ricos es que los primeros, acuciados por el “qué dirán”, se ven obligados a seguir a rajatabla las directrices del FMI mientras que los segundos se permiten de actuar según su propio criterio. De ahí a afirmar que, para un país, la diferencia entre empobrecerse y enriquecerse se encuentra en seguir o no las recomendaciones del FMI sólo hay un paso que yo no voy a dar pero que otros sí lo han hecho, entre ellos algunos premios novel..
El gobierno debería de haberlo sabido. Es más, teniendo en cuenta las capacidades técnicas de la administración del estado, no es creíble que no fuera consciente de las limitaciones e intereses del FMI, como sí lo son otros países. El FMI, todo hay que decirlo, corrió a desmentir el citado informe, pero no echó ni contra argumentó técnicamente a su economista jefe, con lo que se da la extraña circunstancia de que aún admitiendo el efecto de sus políticas no renegó de las mismas****. Es decir, sean las que sean las razones por las que se aplican, lo que es seguro es que las políticas de austeridad se aplican a sabiendas de su impacto en la vida de la gente. Y si vamos un paso más allá, a la vista de sus efectos sobre la vida de l@s ciudadan@s, todo parece indicar que los resultados perseguidos no son garantizar la igualdad y el bienestar del máximo de ciudadan@s, ya que de lo contrario todo el mundo parece de acuerdo en que las políticas deberían de ser otras.
* La Población en riesgo de pobreza aumenta al 27% en 2011 – Eurostat/Instituto de Estudios Económicos
** La crisis dispara las diferencias entre ricos y pobres en España – El País
*** “We find a significant negative relation between fiscal consolidation forecasts made in 2010 and subsequent growth forecast errors. In the baseline specification, the estimate of β, the coefficient on the forecast of fiscal consolidation, is –1.095 (t-statistic = –4.294), implying that, for every additional percentage point of GDP of fiscal consolidation, GDP was about 1 percent lower than forecast“.