Que ambos no tienen reparo alguno en cobrar elevadas sumas de dinero por los servicios prestados a algunos de los personajes más siniestros de África. Pero las similitudes acaban aquí. Mariah Carey fue arrastrada por el barro y ampliamente criticada por los conciertos privados ofrecidos primero a Gadaffi y últimamente a Eduardo Dos Santos, eterno presidente de Angola y probablemente miembro del clan familiar “comunista” más rico del planeta. En cambio la clínica Quirón de Barcelona se ha beneficiado sin reproche alguno de la aparente alergia a las cínicas privadas francesas, suizas o estadounidenses que parece haber afectado a los actuales jefes de estado africanos, impidiéndoles acudir a ellas como antaño para tratarse de males que los depauperados y previamente saqueados sistemas sanitarios africanos no podían afrontar.
Son ya historia las peripecias póstumas de Sékou Touré, el primer presidente de Guinea Conakry, que después de hundir su país en la represión más sanguinaria acabó sus días en un quirófano de Cleaveland (Ohio). Pertenecen al pasado también los rumores y anécdotas de Joseph Desirée Mobutu, el presidente del Congo que recorrió Lausanne y la Côte d’Azur para tratarse de un cáncer que finalmente pudo con él en Rabat y del que se rumoreaba que siempre viajaba con el dinero necesario para mantenerse él y su séquito en metálico, guardado en varias maletas llenas de billetes que solía repartir con “generosidad”.
Pero las tornas parecen haber cambiado. Francia se ha convertido en tierra hostil después de que varias denuncias a varios regímenes africanos por “mala adquisición de bienes” hayan prosperado, poniendo contra las cuerdas a regímenes como el de Guinea Ecuatorial, Congo Brazzaville o Gabón. En otros países, senzillamente se deniegan u obstaculizan educadamente los visados y permisos a aquellos elementos juzgados “politicamente incorrectos” o con currículum poco delicado con los derechos humanos o la corrupción. Los beneficiarios son los nuevos “oasis médicos”, aquellos lugares del mundo donde a nadie parece importarle un rábano quien eres ni de dónde vienes mientras pagues al contado. Y Barcelona juega en primera división.
El primer cliente “de marca” inscrito en el registro de sátrapas africanos fallecidos en la nueva sanidad de lujo catalana fue Omar Bongo. El que fuera primer presidente de Gabón durante 41 años y máximo exponente de los lideres que hicieron posible la llamada Françafrique (léase, la persistencia de la influencia económica francesa en África del Oeste mediante todo tipo de tingladillos y corruptelas) murió en la clínica Quirón de Barcelona el 8 de junio de 2009. Ironías de la historia, seguramente hubiera preferido ser tratado en Francia, su eterna mentora, pero no pudo hacerlo al correr el riesgo de ser detenido por la justicia francesa por apropiación indebida y corrupción, entre otras delicadezas.
El que tiene todos los números para figurar en segundo lugar en ese registro macabro es José Eduardo dos Santos. El presidente Angoleño, de 71 años, ha hecho saltar todas las alarmas de la prensa angoleña a causa de la frecuencia y duración de sus últimas visitas a la ciudad condal. A una primera “visita privada” de 45 días en Agosto de 2013 siguió otra igualmente prolongada entre noviembre y enero de 2013/2014. En Luanda, la capital, la batalla por su sucesión al frente del país hace tiempo que empezó.
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Probablemente, mal que le pese a Mariah Carey, negarle los cuidados médicos a alguien no es lo mismo que negarle algo de música, por lo que hay que descargar a los médicos y al resto del personal sanitario de buena parte de responsabilidad. Aún así en el contexto actual de liquidación de la sanidad pública en España, que ha llevado a muchos de los conciudadanos de Omar Bongo, Eduardo dos Santos y de otros muchos países africanos a perder su derecho a ser atendidos y tratados en un hospital, el hecho de que estos personajes se paseen por Barcelona en el marco de lo que sí es, en mayúsculas, TURISMO SANITARIO, no deja de ser una indecencia política de primer orden.